El castigo popular

El en RUSIA 2018
El castigo popular

"Messi devastado en el campo de juego, pena para muchos, alegría para muchos también. (Foto: FIFA)"

(Por Marcelo De la Cruz).- El fútbol es siempre un espejo de la sociedad en cada uno de sus aspectos, no solo en el desarrollo del deporte como deporte, sino, como precedente de proceso y continuación de equilibrio a través de los tiempos. Este deporte se ha incrustado tanto en nuestra sociedad que todo lo podemos comparar con fútbol, todos los aspectos de nuestra vida globalizada y de elemento social está ligada a un balón o con un tinte de balón aunque muchos puedan odiar a ese balón.

Como nuestra vida es fútbol, nuestras emociones y sentimientos viven fútbol por estos días de  mundial, es obvio que cada uno mantenga sus intereses plasmados en un equipo o bandera, si bien viene al caso para ejemplificar este pensamiento. Podríamos puntualizar como un paréntesis legal dentro de nuestras ideologías que el mes dedicado al máximo evento del balompié permite que dejando nuestra patria y ser nacional, durante este lapso de tiempo está permitido embanderarnos de otro país y sentirnos parte de un esfuerzo deportivo que puede tener éxito o fracaso, es como una elección política, pero más honesta y menos cruel.

No solo tenemos colores ajenos sobre la piel, tenemos amores que no hemos tocado y que son parte nuestra desde la pantalla o solo desde su imagen plasmada con idolatría. El fútbol siempre tuvo ese fenómeno de elevar a un mortal a la altura de un semidiós con la conveniencia de que este nos brinde alegrías y que jamás vaya a traicionar nuestro sentimiento que a veces traspone incluso la realidad propia. En este punto destacamos una arista muy importante: como tenemos héroes, también tenemos deseos de ver caer a estos héroes solo para solaz de nuestro morbo y ejemplo cruel para todos los demás, la lección  parece ser  que todos somos humanos y que una pelota no hace diferente a nadie. 

No son necesariamente grandes males, sino más bien pequeñas desgracias que le suceden a otro, pero lo cierto es que en ocasiones sentimos ciertas punzadas de satisfacción cuando los reveses de la vida le caen a Messi en vez de a nosotros mismos. Eso pasa en nuestra sociedad, está dentro del parámetro de la normalidad de una población cada vez más estrangulada por los problemas que por las alegrías. ¿Por qué nos sucede? ¿Acaso somos unos viles traidores o unos hipócritas por sentir esto?

¿Qué Lionel Messi y Cristiano Ronaldo estén fuera del Mundial nos da placer? ¿Está bien que su sufrimiento nos dé una alegría insana?. Sentirse así obedece a los mecanismos inconscientes de la proyección, que nos permiten depositar en el otro nuestros miedos al mal o al fracaso. Llama la atención cómo este sentimiento, muy parecido a la envidia pero no exactamente igual, no encuentra una definición en otro lenguaje que no sea el alemán, justo los alemanes que se fueron en primera fase. En la lengua de Joachim Löw y en contextos cultos se usa el término Schadenfreude para describir ese regodeo o pizquita de gusto que sucede con las desgracias del prójimo, en este caso del semidiós instituido por el fútbol.

Podríamos echarle la culpa a nuestros complejos y a nuestro fútbol mediocre que nuestra respuesta ante la derrota ajena sea nuestra satisfacción por la caída del poderoso, como nuestra sociedad es parte de un grupo que hace rato no encuentra victorias, no solo nos gusta mirar siempre detrás de la puerta de la fiesta; sino que nos hemos acostumbrado a celebrar festejos ajenos y en este acaso, mofarnos de derrotas ajenas. Esto no solo nos involuciona porque no contextualizamos la acción, también dejamos de creer en lo nuestro que tendría que ser parte de un proceso de búsqueda y acomodo a una realidad. 

Todos creemos en la victoria, obviamente también en el fracaso, pero el fracaso ajeno es más disfrutable porque nosotros no somos parte de ese fracaso. Lo terrible está en que no somos ni parte, ni sombra de cualquier fracaso o éxito, miramos de afuera y nada más, eso el fútbol lo sabe bien, por eso realiza clasificatorias pre mundialistas para que algunos (pocos) los disfruten de adentro y los demás lo veamos por la televisión.

Si aspiramos a trascender estos factores que de paso son multiplicados por la maldición de las redes sociales, tenemos que empezar por aceptarnos y confiar en nosotros mismos, dejando a un lado las estériles comparaciones para construir nuestra vida, en este caso deportiva,  partiendo de nuestras propias percepciones y sentimientos. No en vano, nuestro mejor punto de referencia somos nosotros mismos y lo que podemos hacer.

Aquí la importancia de tener un futuro planificado y coherente con nuestra realidad.

De ahí la importancia de liberarnos del paradigma de la escasez, reino de la envidia, y abrazar el paradigma de la abundancia. Al fin y al cabo, ¿qué perdemos cuando a los demás les van bien las cosas?. Podemos decidir vivir lamentándonos por lo que nunca tendremos… o disfrutando de aquello con lo que contamos aquí y ahora.

Los Messis y los Cristianos no necesitan de nuestra piedad o nuestro castigo, en tanto nosotros necesitamos de nosotros mismos para crear a nuestros propios logros, necesitamos un futuro mejor, pero con la idea de que también somos parte de este mundo que progresa y se mueve...sí, igual que un balón.